Carlos Slim y Georges Soros.Los nuevos gestores del sector inmobiliario se caracterizan por la profesionalidad y la discreción. Así se destaca en un reportaje publicado por el diario El País este fin de semana (firmado por Ramón Muñoz y LLuis Pellicer) en el que se señala que los responsables del sector han dejado de ser personajes públicos que hacían ostentación de su poderío en la lista Forbes y en los palcos de los clubes de fútbol. Era el caso de Enrique Bañuelos (Astroc), Luis Portillo (Colonial) o Fernando Martín (Martinsa); personas hechas a sí mismas, relativamente populares, y con fuertes relaciones con el poder político.

La construcción y el mercado de la vivienda siguen marcando la agenda política en sus aspectos más negativos. El escándalo protagonizado por el dirigente de Podemos, Ramón Espinar, demuestra que no se ha olvidado que buena parte del entramado de corrupción que ha enfangado la política española en los últimos años, tiene que ver con la construcción y la vivienda. Más concretamente con quienes han aprovechado sus cargos o sus contactos para enriquecerse ilícitamente y financiar ilícitamente a sus partidos.

Hoy por hoy, los reyes del ladrillo no son personas sino empresas y sus nombres se esconden en el anonimato profesional de las socimis, los fondos de inversión y los gestores de cuentas internacionales pertenecientes a magnates como Carlos Slim, Georges Soros o Wang Jianlin. El lugar de aquellos potentados lo han ocupado Merlin, Hispania, Lar o Axiare, cuya denominación apenas es distinguible por el gran público. O promotoras como Vía Célere o Neinor Homes; o los antiguos brazos inmobiliarios de la banca, hoy mayoritariamente en manos también de fondos internacionales.

El reportaje de El País destaca que la excepción entre los imperios inmobiliarios de la década pasada que han logrado sobrevivir está Colonial, saneada y reconvertida en una compañía dedicada al patrimonio en alquiler, que ha comprado el 15,1 % de la socimi Axiare por 135 millones de euros. De este modo, ha actuado en sentido contrario a como lo han hecho quienes han vendido sus promotoras a las socimis.

Y es que las socimis han sido el vehículo para que patrimonios de fortunas anónimas, alejadas de las grandes familias, hayan organizado y rentabilizado su cartera de activos inmobiliarios. Es el caso de General de Galerías Comerciales, propiedad del empresario murciano Tomás Olivo, que tiene preparada su salida a Bolsa con un valor de 2.000 millones. Su cartera está compuesta por seis centros comerciales, entre ellos La Cañada de Marbella, y aspira a convertirse en la segunda socimi solo por detrás de Merlin. También está previsto que salga al mercado la socimi del grupo hotelero BlueBay, valorada en 500 millones. Alquiler Seguro y Procisa, dueña de La Finca, están también entre los candidatos a unirse al Mercado Alternativo Bursátil (MAB).

En resumen, que el sector inmobiliario ha perdido glamour y portadas. Ha abandonado los contactos políticos y ha ganado en profesionalidad, discreción y confianza. Lo cual supone que vive tiempos nuevos y seguramente mejores.